Medicina integral Medicina integral
Para nadie es desconocido que la deshumanización de la medicina se ha incrementado en los tiempos modernos. En ello ha influido la llamada “socialización de la medicina”, que busca un mayor acceso de la población a los servicios médicos, pero que restringe, a veces enormemente, el contacto cálido, humano, profesional y afectivo con el paciente y sus familiares, así como el acceso a otras opciones de tratamiento que impactan fuertemente en la mejoría de la salud, como por ejemplo la medicina alternativa o complementaria.
Afortunadamente, ha venido creciendo una sana concepción acerca de la medicina integral o integrativa, ciencia que considera al ser humano como un todo, no como un sistema aislado, como ocurre a veces cuando se visita al especialista convencional.
Este concepto de salud en que se basa la medicina integral, le propone al paciente, para su tratamiento curativo o preventivo, un enfoque lógico de la enfermedad, la cual no es más que un desbalance entre lo físico, lo emocional y lo ambiental.
De este modo, aunque se visite a un especialista de cualquier área, no se considera sólo el órgano o sistema afectado, sino que el enfoque es global, permitiendo así una versión holística del individuo.
Voy a dar algunos ejemplos que le pueden hacer entender cómo prácticamente todas las enfermedades requieren este enfoque planteado por la medicina integral, porque de lo contrario estaríamos “tapando el sol con las manos”, como suele decirse coloquialmente.
En otras palabras, no se estaría considerando el origen de una posible enfermedad y esto conduce a que se traten sólo los síntomas: los efectos y no las causas. Debe recordarse que este enfoque no riñe, en absoluto, con la tecnología y los innegables avances de la ciencia convencional en genética, imágenes diagnósticas, cirugía robótica y desarrollos de última generación.
Ejemplos contundentes
Una enfermedad muy frecuente en nuestro medio es la rinitis alérgica. Se considera que aproximadamente un 30% de los pacientes presentan en alguna época de su vida una manifestación, entre leve y severa, de este tipo.
Esto genera un gran impacto en costos de salud y calidad de vida. Esta enfermedad es predominantemente de origen genético; sin embargo, se dispara particularmente en los niños por los efectos de la alimentación nociva (falta de lactancia materna, colorantes artificiales, comida chatarra, gaseosas, etc.) y del ambiente contaminado (polvo, ácaros, detergentes, ambientadores, caspa y pelos de animales, polen, etc.).
Esta afección es crónica y, por lo tanto, resulta frecuente ver a los pacientes deambulando por las consultas médicas generales y especializadas buscando para ellos o para sus hijos algo diferente a la trajinada loratadina y el suero fisiológico. No obstante, muy pocos refieren que el médico haya profundizado en el origen de la enfermedad.
A los pacientes suelo preguntarles sobre detalles de su alimentación actual o durante la primera infancia, algo sobre lo que no los interrogan en la consulta, y mucho menos los educan sobre cómo mejorar el ambiente en el cual se mueven para disminuir los agentes alergizantes a los cuales están expuestos.
Por lo general, ninguno es sometido a un examen general en busca de manifestaciones de alergias en la piel, conjuntivitis e irritaciones oculares, síntomas de infecciones respiratorias (muchos de ellos son asmáticos en potencia, aunque no lo saben).
Casi ninguno de estos pacientes es sometido a estudios inmunológicos. Actualmente existen algunos de última generación llamados Rast, los cuales permiten identificar alergias específicas a los ácaros, polen, pastos, pelos de mascotas, hongos etc., cuya detección permite la posibilidad de aplicar una inmunoterapia, es decir, una vacuna contra lo que el paciente es alérgico. Con esta opción terapéutica se abre una posibilidad de verdadera cura para la enfermedad.
En cuanto al tratamiento, pocos han tenido la oportunidad de recibir información acerca del manejo con medicina alternativa complementaria y acupuntura, posibilidades que son ampliamente difundidas y probadas en Europa y Norteamérica, ya que logran la estabilización de los pacientes alérgicos, con prácticamente ningún efecto secundario y sin la utilización de corticoides, muy cuestionados por los posibles efectos adversos cuando se consumen en altas dosis.
Con el anterior ejemplo vemos cómo la medicina integral es una opción lógica en el manejo de las alergias, como lo es en el manejo del dolor crónico, tinnitus, zumbidos de oído, vértigo, problemas de sueño, fibromialgias, estrés crónico, gastritis y faringitis crónicas, solo por mencionar algunas de las enfermedades más frecuentes y altamente incapacitantes. Ninguna de las anteriores puede ser exitosamente controlada sin encontrar la causa, sin conocer el enemigo, pero sobre todo sin conocer el entorno que rodea al enfermo.
Por: Álvaro Pedraza Mantilla, MD
Otorrinolaringólogo Especialista en medicina alternativa y complementaria
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