El compromiso afectivo es un vínculo sagrado
Cuando deciden construir un proyecto de vida en común, dos individuos acuerdan conformar un vínculo basado en el compromiso y la aceptación mutua.
Es esa unión la que permite declarar que aunque haya mejores hombres o mujeres, usted decidió quedarse con su pareja porque en ella encontró la posibilidad de tener una proyección afectiva y emocional que se fragua también en otros niveles de su vida y le generan estabilidad y felicidad.
Lo sagrado en el vínculo
La perspectiva psicoespiritual plantea que el matrimonio es un vínculo sagrado, y lo es porque esa historia común está construida sobre un árbol antropológico de miles de años, el cual determina que hay un orden en las situaciones y una razón de ser.
Establecer un vínculo afectivo implica un compromiso social, amoroso y espiritual que lo lleve a proclamarse mejor ser humano, esposo(a) o padre/madre, por encima de las expectativas materiales.
“Lo sagrado en el vínculo implica fortalecer nuestro sistema de creencias desde el abordaje teológico, sociológico y antropológico. Volver a darle sentido a muchas condiciones y situaciones que desde la racionalidad no encuentran una respuesta efectiva; es alimentar los vínculos desde el compromiso, el tiempo, la responsabilidad, la constancia; en últimas, es darle sentido al ser humano”, explica el doctor William Díaz, experto en terapia familiar.
La crisis del vínculo
“Vivimos en la época de los vínculos “líquidos”, aquellos que por su fragilidad permiten y facilitan que las parejas se separen prontamente”, asegura el doctor Díaz, quien complementa que no hay claridad sobre los límites en pareja y dónde la individualidad prima sobre la vida en común.
“El vínculo afectivo exige comprender que vivimos determinadas etapas con momentos buenos y otros difíciles. Estos últimos pueden romper esos vínculos al no entenderse que la vida es dinámica, se transforma y cambia, y que el estado de encantamiento y satisfacción de la primera etapa de la pareja no es permanente”, asegura el terapeuta de familia.
Las etapas del amor
El vínculo conyugal implica tener los espacios y los momentos para disfrutar de la intimidad o sexualidad en pareja, o simplemente para vivir en sana compañía como un método de medicina natural.
El amor evoluciona y las etapas de esa evolución son:
El encantamiento: se desarrolla durante el noviazgo y los primeros 5 años de matrimonio, aproximadamente. Es la etapa donde “todo es perfecto” y se ve al otro como “el hombre o la mujer ideales”.
La realidad: por lo general, se experimenta después de los 6 años de relación conyugal, etapa en la cual, o el uno se aferra más al otro, o sencillamente se entra en profundo desacuerdo con él.
Según los estudios, se constituye en el primer periodo de crisis matrimonial porque durante estos años la pareja empieza a descubrir al otro con sus defectos y prevenciones. Es la etapa de los cuestionamientos y confrontaciones frente al ideal de querer compartir con esa persona por el resto de la vida.
La acomodación: es la etapa de aceptación del otro tal y como es. En ella se declara que con esa persona es con quien se desea proyectarse. Es la etapa de aceptación genuina y en la cual se decide compartir desde el amor maduro y sólido, bajo la premisa de que es con esa persona con quien se desea compartir y darle sentido a la vida. Esta etapa se desarrolla entre los 6 y los 12 años de matrimonio, en promedio.
El nido vacío: se presenta cuando los hijos han crecido y salen del hogar tras varios años de convivencia con los padres. En esta etapa las parejas encuentran que tras haber desarrollado un rol parental que les ha permitido criar a sus hijos, es hora de enfocarse en el rol conyugal; sin embargo, en este periodo para muchas uniones sobreviene un segundo momento de crisis, pues suelen darse cuenta que tras 20, 25 o 30 años de matrimonio es poco lo que tienen en común.
Componentes de la relación
Una relación de pareja bien fundamentada debe estar por encima de las visiones personales. El compromiso afectivo debe generar un nivel de comunicación y de empatía que permita que la unión genere una “tercera identidad”.
Esta se fundamenta en valores, proyectos y sueños en común, y en cumplir los objetivos y metas que se ponen los cónyuges. Vivir en pareja implica comprometerse en los siguientes sentidos:
Compromiso íntimo: se relaciona con el deseo sexual, entendiendo que este también tiene sus momentos durante la vida en pareja y que existirá una etapa donde habrá una mayor necesidad de establecer el contacto íntimo y sexual y momentos donde el acto sexual ya no será tan prioritario.
“A los 25 años de matrimonio la libido y el deseo sexual ya no son tan activos y si el cuerpo y la mente cambian con los años, las prioridades sexuales también se transforman, pero eso no significa que se hayan dejado de amar”, explica el experto consultado.
Compromiso social: tiene que ver con el marco moral, normas y valores. Si una pareja decide junta debe aceptar las implicaciones sociales de esa unión. Debe entender que una pareja la conforman dos personas y que a ese proyecto común es al que debe apostarle.
¿Estamos preparados para amar?
Sí, solo que hemos olvidado cómo hacerlo. Todos, en esencia, sabemos cómo amar, es instintivo y reconocemos que la presencia y cuidado por el otro es prioritario en la vida.
“Al amor le hemos incluido una serie de circunstancias como los modelos económicos que logran confundir el concepto. El amor es compromiso, honestidad, común acuerdo, objetivos mutuos y afinidades”, concluye el terapeuta.
¿Qué hacer?
Se trata de un trabajo personal muy importante fundamentado en que una relación afectiva es un compromiso en común de carácter temporal en el cual ningún miembro de la pareja está obligado a responder por las emociones de otro: “Tú te haces cargo de lo que sientes, yo te acompaño y te complemento; pero cuando empiezas a pensar que tu felicidad depende de mí, el proyecto en común se derrumba”, concluye el terapeuta.
Practicar y fortalecer la seguridad en sí mismo, la credibilidad personal y la autoestima, forman parte de la experiencia de entenderse y proyectarse fuertes y decididos a la hora de afrontar las vicisitudes de pareja.
Más información
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